Reza la noticia:"Dos equipos cientificos desvelan que los europeos y asiáticos tienen un 1,3% de los genes heredados de los neandertales" Bajo mi punto de vista, no me hace falta ser doctor "honoris causa" por la Universidad de Wisconsin para asegurar que a simple vista resulta porcentaje bajuno, bajuno.
El Nicho del Bicho
Retransmitiendo para el mundo desde el interior de su cueva
miércoles, 12 de febrero de 2014
El maltratador
Desperté en medio de la acera con moratones y esquirlas de hielo
clavadas en la cara. Escupí sangre y piezas dentales antes de llamarle
bastardo. Esquivé una patada pero recibí otra de lleno. Le ví alejarse en silencio, orgulloso, cabeza alta, mientras yo me batía en duelo con la muerte.
lunes, 13 de enero de 2014
Recuerdos de un veterano
Paseaba. Arrugada su piel como una pasa pero con una vigorosidad infantil musitaba esa canción de Sabina que habla de una joven… “Era un pueblo con mar una noche después de un concierto…, tu bailabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto… cántame una canción al oído…”. Paró de repente, no sabia más de la canción, pero eso nunca había sido un problema para él, solo se había quedado con esa estrofa de las numerosas ocasiones que se la había oído cantar a su nieto. Hacía tiempo que no lo veía, sin embargo esa estrofa era su mantra particular. Ni siquiera el Alzheimer que padecía desde hacía algunos años conseguía hacerle olvidar. Respiró profundamente, sus pulmones silbaron.
Paseaba por el “malecón” del pueblo. Así lo llamaban los lugareños, mitad inmigrantes, mitad abuelos. Solo los ancianos quedaban en el puerto esperando con desidia nuevos amaneceres y contando batallitas. La inmigración aportaba juventud y los “viejos” sus historias, ambos necesarios para el resurgir desde las sombras de aquel pueblo pesquero.
Al igual que él, el pueblo fue perdiendo interés y su familia no se acercaba mucho por aquellos lares. Estaba convencido que los centros comerciales y el ocio de las grandes superficies tenían parte de culpa. No le importaba. Era demasiado mayor para entenderlo, aunque tampoco lo hubiera entendido siendo joven. Nadie en el pueblo lo entendía.
En la lejanía pudo escuchar una serie de ritmos. Tambor, trompeta, saxofón, quizás contrabajo… no reconocía ese estilo musical, lo suyo era la orquesta del pueblo con sus grandes éxitos del ayer y la charanga carnavalesca que antaño alegraba los corazones con sus letras picaronas y sus denuncias locales. Su chirigota preferida hablaba de las aventuras de un veterinario del pueblo que se fue a las Américas y acabó cosechando una fortuna como ganadero, montando un restaurante que pronto se convirtió en una gran cadena. Aseguran los más jóvenes que fue el fundador de McDonald. Todos saben que no es cierto pero aún ahora siguen presumiendo de ello.
El sonido sin duda procedía del bar de Cosme.
Aunque ya no era Cosme el propietario, el local conservaba su nombre, el pobre hombre se fue con su familia y según comentaban los más resabidos acabó conociendo el amor después de 86 años de búsqueda, en una residencia de ancianos. Su historia daba valor a la idea que reza que no hay que dar nada por sentado hasta que uno deje de respirar. Cosme, el seductor de la barra. En los 40 ya estaba en la barra del bar de la plaza. Algunas jóvenes salían de misa volviendo a entrar a la iglesia minutos después a confesarse por malos pensamientos. Lo mejor es que una estaba enfrente del otro, lo cual facilitaba el ir y venir de las muchachas casaderas. Una sonrisa se dibujo en su cara. Cosme era un rompecorazones sin saberlo, recordaba no sin dificultades.
Dejo atrás la tienda de accesorios para pesca de Antonio “el sastre”, igual te arreglaba una red de pesca que te cosía una cremallera, y caminó con precaución hacia el ruido. Así lo percibía en la distancia.
Sus pasos lentos y torpes no reflejaban su interés, bajaba la calle adoquinada presintiendo numerosos traspiés, se equivocó. Una vez estuvo frente al bar de Cosme una tempestad de recuerdos le abordaron seguido de un punzante dolor de cabeza.
A través del cristal ligeramente ahumado pudo ver a la juventud, animada, escuchando, bebidas en ristre, aquello que ya identificaba como música. Melodías cálidas, suaves y rítmicas. Percusión, viento y cuerda fundiéndose.
Se dispuso a entrar y cuando su mano entornó la puerta fue joven de nuevo, sus recuerdos se marcharon para no volver nunca más, sufrimientos y alegrías se disiparon entre las notas de música, ya nunca volvería a ser el mismo, ya no se identificaría con sus recuerdos, ya no recordaría el dolor de la pérdida de su mujer. Algo desorientado bajó el pequeño escalón de la entrada y su espíritu se dejo llevar por esta sensación hasta entonces esporádica, esbozó una sonrisa y guiñando el ojo al camarero pidió un chato de vino. Cruzó su mirada con una joven que se le acercó y le pidió bailar. Aceptó. Nada más verla, supo que era el amor de su vida. Su mirada fue lo único que aún le resultaba familiar.
Paseaba por el “malecón” del pueblo. Así lo llamaban los lugareños, mitad inmigrantes, mitad abuelos. Solo los ancianos quedaban en el puerto esperando con desidia nuevos amaneceres y contando batallitas. La inmigración aportaba juventud y los “viejos” sus historias, ambos necesarios para el resurgir desde las sombras de aquel pueblo pesquero.
Al igual que él, el pueblo fue perdiendo interés y su familia no se acercaba mucho por aquellos lares. Estaba convencido que los centros comerciales y el ocio de las grandes superficies tenían parte de culpa. No le importaba. Era demasiado mayor para entenderlo, aunque tampoco lo hubiera entendido siendo joven. Nadie en el pueblo lo entendía.
En la lejanía pudo escuchar una serie de ritmos. Tambor, trompeta, saxofón, quizás contrabajo… no reconocía ese estilo musical, lo suyo era la orquesta del pueblo con sus grandes éxitos del ayer y la charanga carnavalesca que antaño alegraba los corazones con sus letras picaronas y sus denuncias locales. Su chirigota preferida hablaba de las aventuras de un veterinario del pueblo que se fue a las Américas y acabó cosechando una fortuna como ganadero, montando un restaurante que pronto se convirtió en una gran cadena. Aseguran los más jóvenes que fue el fundador de McDonald. Todos saben que no es cierto pero aún ahora siguen presumiendo de ello.
El sonido sin duda procedía del bar de Cosme.
Aunque ya no era Cosme el propietario, el local conservaba su nombre, el pobre hombre se fue con su familia y según comentaban los más resabidos acabó conociendo el amor después de 86 años de búsqueda, en una residencia de ancianos. Su historia daba valor a la idea que reza que no hay que dar nada por sentado hasta que uno deje de respirar. Cosme, el seductor de la barra. En los 40 ya estaba en la barra del bar de la plaza. Algunas jóvenes salían de misa volviendo a entrar a la iglesia minutos después a confesarse por malos pensamientos. Lo mejor es que una estaba enfrente del otro, lo cual facilitaba el ir y venir de las muchachas casaderas. Una sonrisa se dibujo en su cara. Cosme era un rompecorazones sin saberlo, recordaba no sin dificultades.
Dejo atrás la tienda de accesorios para pesca de Antonio “el sastre”, igual te arreglaba una red de pesca que te cosía una cremallera, y caminó con precaución hacia el ruido. Así lo percibía en la distancia.
Sus pasos lentos y torpes no reflejaban su interés, bajaba la calle adoquinada presintiendo numerosos traspiés, se equivocó. Una vez estuvo frente al bar de Cosme una tempestad de recuerdos le abordaron seguido de un punzante dolor de cabeza.
A través del cristal ligeramente ahumado pudo ver a la juventud, animada, escuchando, bebidas en ristre, aquello que ya identificaba como música. Melodías cálidas, suaves y rítmicas. Percusión, viento y cuerda fundiéndose.
Se dispuso a entrar y cuando su mano entornó la puerta fue joven de nuevo, sus recuerdos se marcharon para no volver nunca más, sufrimientos y alegrías se disiparon entre las notas de música, ya nunca volvería a ser el mismo, ya no se identificaría con sus recuerdos, ya no recordaría el dolor de la pérdida de su mujer. Algo desorientado bajó el pequeño escalón de la entrada y su espíritu se dejo llevar por esta sensación hasta entonces esporádica, esbozó una sonrisa y guiñando el ojo al camarero pidió un chato de vino. Cruzó su mirada con una joven que se le acercó y le pidió bailar. Aceptó. Nada más verla, supo que era el amor de su vida. Su mirada fue lo único que aún le resultaba familiar.
viernes, 10 de enero de 2014
Nuevo Orden Mundial vs Cambio de Conciencia
Las teorías conspiratorias
siempre me han llamado la atención y como cada inicio de año la secuencia de
noticias acaba abriendo debates de los que difícilmente te puedes mantener al margen.
Sentado sobre hojas secas, en el césped de un parque madrileño, consulto mi móvil
y un tuit que enlaza con un artículo sobre la conciencia social capta mi interés.
Enlazo este artículo con otros que hablan de bancos, crisis y deudas soberanas,
y este con otro de política internacional y grandes corporaciones como Monsanto.
Después miro atolondrado cómo se agitan levemente las ramas de los árboles.
Ya nadie duda que se está
estableciendo un nuevo orden mundial y que el poder está concentrado en unos
pocos que acaban imponiendo el designio de muchos. Las grandes corporaciones
controlan nuestra alimentación, nuestra economía y hasta nuestras modas. Grandes
corporaciones apoyadas por grandes bancos son partícipes y cómplices de esta
endogamia económica que provoca la globalización. Los gobiernos solo son la
cabeza visible de estos intereses y el dinero corre a raudales entre cada conjunto.
Estar fuera de esta asociación que nos gobierna te convierte en un marginado o
en un paria. La cuestión es, ¿cuanto jugo social le queda por exprimir a este
sistema?. Un jugo fruto del acomodo general y que poco a poco no da más de sí. Estamos otra época de reajuste, cumpliendo el calendario previsto, un apretón más
de cinturón, una selección natural de un mundo sin conciencia y que cada vez estrecha
más la estructura piramidal que la sustenta.
De esta muerte social surge lo
inesperado, un cambio de conciencia como alternativa, el “yang”, una reacción lógica
ante el acorralamiento al que estamos sometidos, casi como inducido por un
planeta que poco a poco ve como va perdiendo vitalidad y encuentra su quietud aspirando
a una muerte digna. No quiero hablar de los Rockefeller, los Kissinger o los DuPont,
ni del FMI, Banco Mundial o las Naciones
Unidas, solo del cambio que estamos experimentando a nivel individual y que
tiene el reflejo en lo colectivo. No hay duda que las ventajas de este sistema
te mantienen atado a él, nadie quiere a estas alturas una anarquía global que
desemboque en el caos. Nadie excepto quién pueda provocarlo a propósito como es
de esperar en el plan urdido por los que ocupan el vértice superior de un
triangulo cada vez mas isósceles. La reacción está en cada uno de nosotros.
Cada vez más se hace necesario un cambio de conciencia, un desarraigo a lo
conocido, una despedida de lo que hasta ahora parece ser lo único que nos
mantiene con vida. Vamos hacia un único poder que lo gobierne todo y en esa
lucha de poderes nosotros estamos en medio, siendo los peones de un tablero de
ajedrez en el que desconocemos las reglas. ¿Como es posible?.
Esta crisis a nivel mundial ha
servido no solo para marcarnos a fuego el pensamiento “madrecita que me quede
como estoy”, sino para fusionar grandes corporaciones farmacéuticas, de
transporte, alimentarias y bancarias. Solo en España, la compresión ha sido
descomunal y aún no ha parado, a nivel local y en todos los sectores, allanando
el camino de unas futuribles fusiones internacionales. Como ejemplo ilustrativo
solo hay que prestar atención a las cajas de ahorros españolas en el periodo comprendido
entre 2009 y 2012.
(Fuente Imagen : iahorro.com)
Tras las dos guerras mundiales,
la creación de la moneda única europea fue el tercer paso firme hacia este
nuevo orden. A ésta seguirá la creación de monedas únicas en América del Norte
y Sudamérica, posteriormente le tocará a Asia y África, y finalmente quedará una
moneda única que nos gobierne a todos (como diría J.R.R Tolkien).
Cada vez quedarán menos manos que
cuenten nuestro dinero. Titánicas aerolíneas como American Airlines Group, Grupos
mediáticos colosales como News Corporation y gigantes publicitarios como Publicis
Omnicom Group decidirán que nos conviene en cada momento. A nuestro alcance
esta inercia es imparable y forma parte de la hoja de ruta del denominado NWO
(New World Order).
(Fuente Imagen: Lanacion.com.ar)
Por otro lado, el cambio de
conciencia global está en auge y se presenta como la alternativa. Cómo
canalizar este cambio y hacer que sea efectivo es nuestro gran obstáculo aunque
estoy convencido que dentro de cada uno de nosotros, incluso de los que
reniegan a este cambio, existe ese “Yang dentro del Ying”.
Tenemos un enemigo implacable, el
tiempo, que determinará si este cambio se produce de manera espontánea o como instinto
de supervivencia. En el equilibrio de fuerzas está la clave y cuanto más se
acerca el momento decisivo, más semillas darán su fruto, creando esa dualidad
que nos hace humanos.
Matias Gali.
jueves, 26 de diciembre de 2013
Diario Z. Capitulo 1. Muero - por Matías Gali
Languidezco
y desemboco en la locura. Mi cuerpo ya no responde a los instintos que lo
nutren de vida. Muero y solo dejo silencio. Mi existencia ha sido tan
efímera que nadie se da cuenta de mi ausencia. No espero la eternidad pero me
sorprendo agonizando y sintiendo entre cada latido un frío intenso que me lleva
consigo. Se quiebra mi conexión con lo que hasta ahora creía real y entro en un
mundo de sombras sin sentido. Cierro los ojos jadeando, intentando alejarme de
mi propio espanto y descubro que no hay nada detrás de la oscuridad. No veo una
luz al final de un túnel ni caras conocidas. El dolor que recorre mi cuerpo me
obliga a permanecer en una extrema vigilia y un miedo descontrolado atenaza mi
capacidad de raciocinio. No recuerdo nada ni a nadie y me enfrento a mi fin
solo y sin fuerzas. Me entrego y en esa entrega encuentro algo de aliento
interrumpido por un inesperado dolor insoportable. Apenas soy consciente de que
sigo luchando, no quiero hacerlo pero mis órganos no responden ya a mi voluntad
y se aferran a subsistir a cualquier precio. Un cóctel químico autoinfligido me
reactiva entre estertores por apenas unos segundos, lo suficiente para hacerme
ver la imperativa importancia de lo que está sucediendo. En lo universal no soy
más que una mota de polvo que se retuerce sin aceptar que han acabado sus días,
sin embargo el dolor lo embarga todo. El
ego lucha por sobrevivir, hacinado en un espacio claustrofóbico, agonizando por
momentos y sintiéndose derrotado al fin. Sin identidad, sin dolor ni
consecuencias, mi cuerpo yace sobre un manto de sangre y relaja cada uno de sus
músculos descubriendo por primera vez su total lasitud. En ese mismo instante
noto vibrar algo en mi interior, me desvanezco, solo oscuridad.
Diario Z. Capítulo 2. Muto - por Matías Gali
Despierto
apenas con fuerzas y me levanto como buenamente puedo. Miro el suelo y en mis
pasos dejo huellas de sangre. Espesa, casi seca. Me dirijo al baño con extrema
torpeza pero con una lucidez hasta ahora desconocida. Comprendo en menos de un
segundo que estoy muerto. Tardo aún menos en aceptarlo sorprendiéndome de la
simplicidad de los hechos. Soy consciente de que mi cuerpo me entorpece, no
siento nada de cuello para abajo pero si soy capaz de dominar mi relajada
musculatura. Mando impulsos concretos a lugares concretos de mi cuerpo y ellos
responden tardíamente pero con gran precisión, soy consciente que puedo mejorar
en esta faceta. Me siento diáfano, como una licuadora voy estrujando mis
vísceras y vomito sangre y bilis. No es desagradable para mí, comprendo
que me estoy vaciando, preparando mi cuerpo para algo desconocido. Algo confuso
analizo la situación, dándome cuenta que respondo a instintos naturales, como
si ya lo hubiese ensayado en otra vida. Elimino recursos que no necesito
licuando órganos y expulsándolos sin escrúpulos. Desconozco la naturaleza de lo
que me está ocurriendo y liquido sistemáticamente cualquier recuerdo de mi
pasado. Visualizo y comprimo mis recuerdos en pequeños fotogramas y los desecho
como si nunca hubiesen existido. Solo me dejo un recuerdo, un fotograma, una
imagen acompañada de un nombre. Lo demás se esfuma entre una gran actividad
mental. Continúo hacia el baño y contemplo mi imagen en el espejo. Demacrado,
enervo mis terminaciones nerviosas faciales hasta encontrar un tono adecuado,
no me supone un gran esfuerzo, parece que solo tengo sangre para esta función
como si hubiera sellado por el cuello mi cuerpo manteniendo vivo solo mi
cerebro, un cerebro que sin tener que mantener un cuerpo ya inservible contase
con un gran espacio para desarrollarse y trabajar. No comprendía como podía
sobrevivir sin respirar, sin un corazón, sin unos pulmones. Para mi no tenía
importancia.
Todavía
ensimismado oí un gran golpe en la puerta de entrada seguido de unos pasos.
Alguien había entrado por la fuerza. Tres individuos se acercaron a mí y antes de que pudiera siquiera reaccionar sentí como golpeaban
mi cabeza dejando de ser consciente de nuevo.
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